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Capturas (El Cuarto poder 3) |
La legitimación del poder (articulo anterior)
La crisis política, económica y social, que sufre la humanidad, es una ’lluvia ácida’ que aparece súbitamente y que lo inunda todo; haciendo imposible e impensable el buen vivir.
Mientras las nubes desaparecen y el cielo limpio augura un buen clima en un sector; en otro se avecina una nueva tormenta de dimensiones aún mayores. Después de su paso solo quedan charcas putrefactas, fangos y pantanos en los cuales es difícil transitar y edificar.
El desarrollo y evolución de la tecnología, a partir de los 80’s del siglo pasado, es una llovizna pertinaz que ha logrado modificar los patrones congnitivos, conductuales y la manera de interactuar con nuestros entornos. En menos de treinta años, en nuestro diario vivir, nos hemos visto en la necesidad de reaprender el mundo y reconceptualizar muchos términos elementales, como familia, comunidad, amistad, fronteras, soberanía, empresa, autonomía, mercado, por mencionar algunos. Y es que las herramientas, producto de la tecnología, lo han trastornado todo.
Ahora podemos hablar de web semántica, de redes sociales, de democratización de los medios con una facilidad que asusta. Por ejemplo, podemos acceder al conocimiento universal contenido en la red y gozamos de la ubicuidad, con tan solo presionar unas cuantas teclas de nuestro teléfono móvil, uno más de los tantos ‘dispositivos inteligentes’ creados por el hombre para su beneplácito y cuyos beneficios ni siquiera pueden ser cuestionados, porque la idea del bienestar es un lugar común ‘inobjetable’.
No obstante a tanto desarrollo tecnológico, la historia de la humanidad es una marcha sobre el propio terreno. El sentimiento humano es egoísta por naturaleza, somos una especie con síndrome de down; miopes a todo sentido común, somos incapaces de la más mínima reflexión y gustosos damos lustre a las cadenas que coartan nuestra libertad.
Nada más dar una ojeada y repasar la historia llena de conflictos; ver como la frondosa latinoamércia es desgajada con furia por sus gobernantes; o mirar al milenario mundo árabe bajo el velo de humo de más de dos mil años de lucha intestina; o como al interior de la aparente calma de la apacible Europa, se esconden dos guerras mundiales en menos de cien años y se cocen a fuego lento un sin fin de diminutos conflictos en países quebrados económicamente, fracturados espiritualmente. La lista de desaciertos da para una enciclopedia.
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Las tendencias ideológicas y su praxis, han quedado relegadas; todo se justifica y se entiende en el ‘mercado’ y su libertad. A costa de las costumbres o razones éticas, nos vemos obligados a asignar un valor de cambio a cada valor de uso existente.
Los medios de información son al mismo tiempo un reflejo y un paradigma de la sociedad; nacieron como un ‘modelo de negocio’ con ‘orientación’ social y su historia cuenta la historia de legitimación y hegemonía de los grupos de poder que llegan a la palestra. Los periodista, generadores de los contenidos que promocionan y difunden los medios de información, han sido vistos como intelectuales; defensores del bienestar social; héroes de carne y hueso, capaces de ser la voz de toda sociedad amordazada y temerosa.
Si bien es cierto, a lo largo de la historia, los medios de información y los periodistas, han logrado cambios de estado en la realidad, lo que ha servido para que sean considerados como ‘el cuarto poder dentro’ de una sociedad organizada (ejecutivo, legislativo, judicial e informacional), también es innegable que en ocasiones su trabajo ha sido parcializado, permitiendo así la legitimación de la fuerza política y/o militar imperante.
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